Recientemente hemos tenido noticia de un caso de automutilación supuestamente acontecido en el colegio Vargas Calvo. Según la noticia, de dudosa procedencia, una joven entró en los servicios y se practicó diversas incisiones en las piernas mientras gritaba.
La respuesta mediática ha sido sorprendentemente inmediata y la atención que ha tenido este caso resulta incluso desmedida. Los sectores conservadores de nuestra sociedad se han sobresaltado clamando al cielo en busca de una respuesta para este caso, que catalogan como otro caso de posesión diabólica en nuestro país. Dicha afirmación, por inverosímil que parezca, no carece de antecedentes frente a otros caso de similares características ocurridos en diferentes provincias de Costa Rica y que la gente asocia de manera inexplicable con prácticas de espiritismo, sesiones de ouija o música heavy metal.
Además, históricamente podemos encontrar antecedentes en la herencia judeocristiana de nuestro país (donde se narran historias protagonizadas por “poseídos”). No es de extrañar, en los tiempos de la Inquisición muchos fueron condenados a muerte acusados de posesión diabólica o brujería. En el presente, las autoridades eclesiásticas han revisado muchos de estos casos y han admitido públicamente que estas ejecuciones fueron injustas al tratarse en realidad de personas atormentadas por males tales como la esquizofrenia o la paranoia persecutoria.
La automutilación es la práctica puntual o habitual de realizarse cortes a uno mismo. Está tipificada como un trastorno de la conducta, normalmente asociada con depresiones, sensaciones de culpabilidad extrema o situaciones de estrés (mobbing, acoso psicológico, etcétera). Existen centros de atención centrados en los problemas de trastornos de conducta en adolescentes, como la anorexia, la bulimia, la depresión por mobbing, y los casos de automutilación. Por norma, estos tratamientos se basan en buscar la causa del trastorno en cuestión y hablar con el paciente y su familia con el fin de encontrar una solución a través de la terapia más adecuada.
Desde nuestra Redacción queremos manifestar nuestra honesta solidaridad para con las víctimas de estos trastornos de la conducta, tanto a los aquejados directos como a familiares. Con la misma honestidad, queremos manifestar nuestra repulsa y condena para todos aquellos malintencionados que discriminan a estas personas acusándolas de brujería y/o satanismo y las utilizan con fines personales. En una sociedad compleja como la actual el oscurantismo no tiene cabida y no aporta una solución.
La respuesta mediática ha sido sorprendentemente inmediata y la atención que ha tenido este caso resulta incluso desmedida. Los sectores conservadores de nuestra sociedad se han sobresaltado clamando al cielo en busca de una respuesta para este caso, que catalogan como otro caso de posesión diabólica en nuestro país. Dicha afirmación, por inverosímil que parezca, no carece de antecedentes frente a otros caso de similares características ocurridos en diferentes provincias de Costa Rica y que la gente asocia de manera inexplicable con prácticas de espiritismo, sesiones de ouija o música heavy metal.
Además, históricamente podemos encontrar antecedentes en la herencia judeocristiana de nuestro país (donde se narran historias protagonizadas por “poseídos”). No es de extrañar, en los tiempos de la Inquisición muchos fueron condenados a muerte acusados de posesión diabólica o brujería. En el presente, las autoridades eclesiásticas han revisado muchos de estos casos y han admitido públicamente que estas ejecuciones fueron injustas al tratarse en realidad de personas atormentadas por males tales como la esquizofrenia o la paranoia persecutoria.
La automutilación es la práctica puntual o habitual de realizarse cortes a uno mismo. Está tipificada como un trastorno de la conducta, normalmente asociada con depresiones, sensaciones de culpabilidad extrema o situaciones de estrés (mobbing, acoso psicológico, etcétera). Existen centros de atención centrados en los problemas de trastornos de conducta en adolescentes, como la anorexia, la bulimia, la depresión por mobbing, y los casos de automutilación. Por norma, estos tratamientos se basan en buscar la causa del trastorno en cuestión y hablar con el paciente y su familia con el fin de encontrar una solución a través de la terapia más adecuada.
Desde nuestra Redacción queremos manifestar nuestra honesta solidaridad para con las víctimas de estos trastornos de la conducta, tanto a los aquejados directos como a familiares. Con la misma honestidad, queremos manifestar nuestra repulsa y condena para todos aquellos malintencionados que discriminan a estas personas acusándolas de brujería y/o satanismo y las utilizan con fines personales. En una sociedad compleja como la actual el oscurantismo no tiene cabida y no aporta una solución.