La percepción que la sociedad tiene de la realidad se ha visto durante mucho tiempo manipulada por aquellos que ejercen algún tipo de poder sobre el colectivo. Tanto políticos deshonestos como líderes religiosos ambiciosos han aprovechado la credibilidad que les dan sus cargos para controlar a su antojo a las personas. Mientras que los primeros se valen de apariencias y falsas promesas para ser elegidos como gobernantes, los segundos aprovechan historias fantasiosas que recuerdan a una compilación de películas de terror (¡Cómo si con tres de Scary Movie no hubiéramos tenido suficiente!) para manejar a sus seguidores.
Por ahora dejemos de lado a los políticos mentirosos, de los cuales ya se ha hablado suficiente en meses pasados, y vamos a concentrarnos en cómo funcionan estas ficciones creadas por los señores de religión.
Estas personas siguen una estructura común cuando cuentan este tipo de historias. Podemos comprobarlo con un poco de observación:
· Primero sitúan el lugar en donde supuestamente ocurrió un hecho y nombran a la persona a la cual le aconteció (puede ser desde el anónimo “amigo de un amigo” hasta familiares del narrador, lo que necesitan es que sea alguien común y corriente y que por supuesto no esté para confirmar o desmentir).
· A continuación, narran cómo el protagonista experimenta algún contacto, intencional o involuntario, con un elemento sobrenatural. Por lo general se implica la magia (y no hablamos de espectáculos ilusionistas montados con una baraja y un par de dados).
· Después, describen las consecuencias negativas que esto tiene en el personaje, en las cuales toman parte demonios poseedores y fantasmas que no respetan la propiedad ajena. ¡Boo!
· Para concluir la anécdota, explican la solución que el personaje da a su problema. Al contrario de lo que parecería lógico, el protagonista no va a ver a ningún médico para examinarse por sus alucinaciones, sino que prosigue con el hilo de la ficción y hace de nuevo uso de lo “mágico”: los métodos defensivos que su religión le ofrece.
Y aquí, con advertencias y amenazas acaba lo que parece más una leyenda de la Edad Media (cuando quemaban gente por cualquier tontería que los identificara como brujos, como no cortarse las uñas o tener de mascota a un gato negro). Todo esto estaría bien y no sería más que “un cuento gracioso” de no ser porque... ¡nos los cuentan para que nos asustemos y nos los creamos!
Tengamos claro que los seres humanos tememos ante lo desconocido. Y un individuo asustado es muy fácil de manipular, eso los señores de religión lo saben. En este conocimiento es que han encontrado la clave para satisfacer su ambición: Poder. Y en el mundo capitalista, el poder lo da el dinero. Por eso, nuestros santones nos cobran por la receta mágica (véase diezmos, ofrendas y tributos a cambio de una “salvación”). Y esto los lleva a inventarse historias que nos obliguen a dar dinero. Es un círculo vicioso. No digo nada nuevo al decir que “la iglesia invento el marketing”.
Ahora hablemos de monopolio. Los señores de la religión no quieren competencia. No quieren que la gente dé dinero a otros religiosos de otra religión. Quieren exclusividad y toda la atención posible. Para conseguir esto, recurren a otro método de manipulación. También incluye una narración intimidante, sólo que en esta ocasión las acciones que causan consecuencias sobrenaturales indeseadas son las actividades favoritas de las víctimas, principalmente pasatiempos como los juegos de video, de mesa y de cartas, la lectura, ver televisión o escuchar música. El oyente se cree que su hábito inofensivo es potencialmente peligroso, sin ni siquiera preocuparse por comprobar que la historia sea verdadera, y busca desligarse completamente de este, pues ahora le teme.
No sé los demás, pero yo me he cansado de ver a líderes religiosos cargar contra “lo que esté de moda”. Si Harry Potter está de moda, es satánico. Si la canción del Aserejé está de moda, es satánica. Si el grupo Queen está de moda, es satánico. Si los Beatles están de moda son satánicos. Si Pikachu... Da igual que sean las Tortugas Ninja, los Caballeros del Zodíaco o cualquier TONTERÍA (sí, en mayúsculas), si está de moda, para los señores de la religión, será conveniente que esto sea tachado de satánico. Así, niños y adolescentes, que son un sector permeable, dejarán de perder tiempo con su pasatiempo. Y el tiempo es dinero, y esto los señores de la religión también lo saben. Mirémoslo como una inversión a largo plazo.
Ya sea de una manera u otra, con unos cuentos u otros, al final se salen con la suya en la mayoría de los casos. Y es que el ser humano, aparte de asustadizo, también es el único que tropieza dos veces en el mismo sitio... y que no aprende de sus errores.
Ahora, honestamente, ¿podrían ser ciertas las historias que los líderes religiosos nos cuentan? ¿O son su herramienta para manipular vilmente a la gente, como afirmo en este artículo? Está claro que ellos no dan una explicación lógica para los elementos sobrenaturales en los que se basan estos relatos. Por otra parte aportan unas pruebas tan poco concretas que resulta imposible comprobar la veracidad de sus historias. Esto debería ser suficiente para demostrar cuáles son las respuesta. No seamos ingenuos, este mundo está lleno de personas sedientas de poder para quienes el fin justifica los medios. Y si hay que inventar diablos donde no los hay, estos señores se los inventan. Lo peor es pensar que hay mentirosos que cuentan la historia, y otros pobres que se convierten en mentirosos por repetirla, no sabiendo que es mentira. La bola de nieve se agranda y los únicos que se benefician siempre son los mismos.
No olvidemos que no por mucho repetir una mentira va a volverse verdad.
Kaltes Herz
Por ahora dejemos de lado a los políticos mentirosos, de los cuales ya se ha hablado suficiente en meses pasados, y vamos a concentrarnos en cómo funcionan estas ficciones creadas por los señores de religión.
Estas personas siguen una estructura común cuando cuentan este tipo de historias. Podemos comprobarlo con un poco de observación:
· Primero sitúan el lugar en donde supuestamente ocurrió un hecho y nombran a la persona a la cual le aconteció (puede ser desde el anónimo “amigo de un amigo” hasta familiares del narrador, lo que necesitan es que sea alguien común y corriente y que por supuesto no esté para confirmar o desmentir).
· A continuación, narran cómo el protagonista experimenta algún contacto, intencional o involuntario, con un elemento sobrenatural. Por lo general se implica la magia (y no hablamos de espectáculos ilusionistas montados con una baraja y un par de dados).
· Después, describen las consecuencias negativas que esto tiene en el personaje, en las cuales toman parte demonios poseedores y fantasmas que no respetan la propiedad ajena. ¡Boo!
· Para concluir la anécdota, explican la solución que el personaje da a su problema. Al contrario de lo que parecería lógico, el protagonista no va a ver a ningún médico para examinarse por sus alucinaciones, sino que prosigue con el hilo de la ficción y hace de nuevo uso de lo “mágico”: los métodos defensivos que su religión le ofrece.
Y aquí, con advertencias y amenazas acaba lo que parece más una leyenda de la Edad Media (cuando quemaban gente por cualquier tontería que los identificara como brujos, como no cortarse las uñas o tener de mascota a un gato negro). Todo esto estaría bien y no sería más que “un cuento gracioso” de no ser porque... ¡nos los cuentan para que nos asustemos y nos los creamos!
Tengamos claro que los seres humanos tememos ante lo desconocido. Y un individuo asustado es muy fácil de manipular, eso los señores de religión lo saben. En este conocimiento es que han encontrado la clave para satisfacer su ambición: Poder. Y en el mundo capitalista, el poder lo da el dinero. Por eso, nuestros santones nos cobran por la receta mágica (véase diezmos, ofrendas y tributos a cambio de una “salvación”). Y esto los lleva a inventarse historias que nos obliguen a dar dinero. Es un círculo vicioso. No digo nada nuevo al decir que “la iglesia invento el marketing”.
Ahora hablemos de monopolio. Los señores de la religión no quieren competencia. No quieren que la gente dé dinero a otros religiosos de otra religión. Quieren exclusividad y toda la atención posible. Para conseguir esto, recurren a otro método de manipulación. También incluye una narración intimidante, sólo que en esta ocasión las acciones que causan consecuencias sobrenaturales indeseadas son las actividades favoritas de las víctimas, principalmente pasatiempos como los juegos de video, de mesa y de cartas, la lectura, ver televisión o escuchar música. El oyente se cree que su hábito inofensivo es potencialmente peligroso, sin ni siquiera preocuparse por comprobar que la historia sea verdadera, y busca desligarse completamente de este, pues ahora le teme.
No sé los demás, pero yo me he cansado de ver a líderes religiosos cargar contra “lo que esté de moda”. Si Harry Potter está de moda, es satánico. Si la canción del Aserejé está de moda, es satánica. Si el grupo Queen está de moda, es satánico. Si los Beatles están de moda son satánicos. Si Pikachu... Da igual que sean las Tortugas Ninja, los Caballeros del Zodíaco o cualquier TONTERÍA (sí, en mayúsculas), si está de moda, para los señores de la religión, será conveniente que esto sea tachado de satánico. Así, niños y adolescentes, que son un sector permeable, dejarán de perder tiempo con su pasatiempo. Y el tiempo es dinero, y esto los señores de la religión también lo saben. Mirémoslo como una inversión a largo plazo.
Ya sea de una manera u otra, con unos cuentos u otros, al final se salen con la suya en la mayoría de los casos. Y es que el ser humano, aparte de asustadizo, también es el único que tropieza dos veces en el mismo sitio... y que no aprende de sus errores.
Ahora, honestamente, ¿podrían ser ciertas las historias que los líderes religiosos nos cuentan? ¿O son su herramienta para manipular vilmente a la gente, como afirmo en este artículo? Está claro que ellos no dan una explicación lógica para los elementos sobrenaturales en los que se basan estos relatos. Por otra parte aportan unas pruebas tan poco concretas que resulta imposible comprobar la veracidad de sus historias. Esto debería ser suficiente para demostrar cuáles son las respuesta. No seamos ingenuos, este mundo está lleno de personas sedientas de poder para quienes el fin justifica los medios. Y si hay que inventar diablos donde no los hay, estos señores se los inventan. Lo peor es pensar que hay mentirosos que cuentan la historia, y otros pobres que se convierten en mentirosos por repetirla, no sabiendo que es mentira. La bola de nieve se agranda y los únicos que se benefician siempre son los mismos.
No olvidemos que no por mucho repetir una mentira va a volverse verdad.
Kaltes Herz
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